TRON:ARES

Casi medio siglo después de que el universo digital de Tron irrumpiera en las pantallas con su estética revolucionaria, Tron: Ares llega como la tercera entrega de una saga que se niega a quedar atrapada en el pasado. Dirigida y protagonizada por Jared Leto junto a Greta Lee, Evan Peters y Gillian Anderson— ofrece un viaje vibrante entre lo real y lo virtual, entre la emoción nostálgica y el vértigo tecnológico.

La película retoma la esencia del clásico de 1982 y de Tron: Legacy (2010), pero la reconfigura a la luz de los debates actuales sobre inteligencia artificial y humanidad. Ares, el protagonista, es un programa de IA que logra salir del mundo digital para tener contacto con los humanos, y en ese cruce se desatan interrogantes sobre la identidad, la conciencia y el poder de la creación. Sin embargo, aunque los temas son fascinantes, el guion de Jesse Wigutow se queda en la superficie: apenas roza la profundidad filosófica que promete y se pierde en la velocidad de su propio ritmo.

Lo que Tron: Ares no logra en sustancia, lo compensa con estilo. El diseño de producción es una auténtica joya visual: los entornos luminosos, los trajes relucientes, las motocicletas de luz y las icónicas naves Recognizer vuelven con un nivel de detalle que deslumbra. La fotografía de Jeff Cronenweth es impecable y encuentra un equilibrio entre el neón digital y una fisicalidad más tangible, gracias a la inclusión de efectos prácticos y escenarios reales que otorgan peso y textura a la acción.

Uno de los grandes aciertos de esta entrega es su banda sonora, firmada por Nine Inch Nails. El dúo Trent Reznor y Atticus Ross construye una experiencia sonora hipnótica que no solo acompaña sino que potencia cada secuencia.

El elenco cumple con lo que la propuesta exige. Jared Leto imprime a su Ares una mezcla de curiosidad y ambigüedad, mientras que Greta Lee aporta humanidad en medio del caos digital. Jeff Bridges, en un breve pero significativo regreso, es el guiño que toda saga necesita para reconciliar pasado y presente.

La película cae en algunos excesos. La acción es constante abruma y mucho, el ruido ensordece y el espectador apenas tiene tiempo de respirar o conectar emocionalmente con los personajes. Tron: Ares parece más interesada en impresionar que en conmover. Su dependencia del legado, los guiños a los fans y el “fan service” visual terminan por eclipsar una posible evolución narrativa.

Tron: Ares es una aventura espectacular y sensorial, una experiencia que vale la pena vivir en pantalla grande, donde el sonido y la luz adquieren su máxima potencia.

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