En La Desgracia, el musical, el escenario se convierte en un pueblo tan ficticio como reconocible: Terranova, donde una enfermedad de transmisión sexual y un crimen misterioso desatan una catarata de hipocresía, represión y deseo. Pero lejos de ser un drama denso, la obra apuesta —y gana— por una farsa desopilante que no da respiro, impulsada por un elenco brillante y una dirección afilada.
Desde el primer acorde, la puesta se siente distinta: la música no solo acompaña, sino que construye carácter, contexto y ritmo. Las canciones revelan mucho más que lo que los personajes se atreven a decir; son confesiones envueltas en melodías que van del pop al tango, del himno religioso a la balada más kitsch, sin perder jamás la coherencia estilística ni la inteligencia dramática.
El libro —ácido, agudo, provocador— juega con los clichés de los pueblos chicos, los secretos grandes y el peso del qué dirán. La intendente, la hija pecadora, el médico salvador, la enfermera psicotica, el pastor fanático: todos estereotipos que se rompen y reconstruyen en clave de humor negro, con una mordacidad que recuerda a lo mejor de Reefer Madness o incluso a la irreverencia de South Park, pero con una sensibilidad propia, anclada en la idiosincrasia local.
El elenco es, sencillamente, espectacular. Cada intérprete domina no solo el canto y la actuación, sino el tempo cómico y el dramatismo paródico que exige la obra. La dirección —dinámica, precisa— sostiene un ritmo vertiginoso sin perder jamás el control, y hace brillar a cada personaje en su justa medida.
La Desgracia es, sin exagerar, uno de los mejores musicales que se pueden ver hoy en Buenos Aires. Una obra que se anima a decir cosas incómodas, que se ríe de todo y de todos, y que, en esa risa, también conmueve. Porque detrás del absurdo, late una verdad incómoda: que a veces la verdadera desgracia no es la enfermedad, sino la represión, la culpa y el miedo al deseo.
La vi 3 veces, desde El Galpon de Guevara, hasta el Paseo La Plaza, con diferentes figuras… y siempre aplaudi, DE PIE.
Una joya musical que combina sátira, suspenso y emoción con una potencia poco vista en el teatro local.
Imperdible.
Los martes 20.45en el PASEO LA PLAZA
