Ganadora del León de Plata a Mejor Dirección en el Festival de Venecia, The Smashing Machine marca un giro en la carrera de Dwayne “The Rock” Johnson. Bajo la dirección de Benny Safdie —la mitad del dúo responsable de Good Time y Uncut Gems— esta biografía sobre el luchador Mark Kerr se convierte en más que una película sobre artes marciales mixtas: es una historia sobre el dolor, la adicción y el costo emocional de vivir bajo la exigencia de ser invencible.
Las escenas de combate son pura energía. Pero The Smashing Machine no se queda en el espectáculo físico; su mayor logro está en el retrato íntimo de un hombre desmoronándose detrás de su propio mito. Ahí es donde Johnson entrega, probablemente, la mejor actuación de su carrera.
Su Mark Kerr es un gigante vulnerable, un cuerpo tallado para resistir golpes que no logra esquivar los de la vida cotidiana. Johnson se despoja del carisma que lo hizo estrella y se entrega a un papel incómodo, introspectivo, donde el dolor se mide en silencios más que en gritos. No sería descabellado pensar en él como candidato al Oscar: hay honestidad y riesgo en su interpretación, una profundidad emocional que no le habíamos visto antes.
Emily Blunt, por su parte, aporta una contracara tan frágil como poderosa. Su Dawn Staples es el ancla emocional del relato, una mujer atrapada en una relación casi toxica que alterna ternura y destrucción. Blunt brilla incluso cuando el guion no le da todo el espacio que merece: logra transmitir el amor y el agotamiento de convivir con alguien que se autodestruye lentamente. Su química con Johnson es tan intensa como dolorosa, y también la coloca en la conversación de los premios.
Es cierto que The Smashing Machine puede sentirse un poco lenta en algunos tramos, sobre todo cuando Safdie se detiene en la monotonía del declive, en esos días grises de rehabilitación, recaídas y silencios. Pero esa decisión narrativa tiene un propósito: mostrar la repetición como condena, la vida de un hombre atrapado entre la gloria y la ruina.
Con una puesta visual impactante, actuaciones descarnadas y una mirada empática hacia la fragilidad masculina, The Smashing Machine confirma el talento de Benny Safdie como director y redefine a Dwayne Johnson como actor. Una película intensa, incómoda y emocionalmente devastadora que deja claro que, detrás de los músculos, hay un corazón que también se rompe.Una historia de fuerza y caída, donde Dwayne Johnson demuestra que la verdadera lucha está fuera del ring.
